15 de junio de 2010

Conciencia Política


El término política empieza a utilizarse con mayor frecuencia a partir del siglo V antes de Cristo y proviene del griego politikós, cuyo significado hace alusión a “ciudadano” o “relativo al ordenamiento de la ciudad”. Es una palabra, como algunas otras, en la que no ha habido consenso al momento de otorgarle una definición, sin embargo la mayoría de politólogos convergen en algo: “no hay actividad humana que sea ajena a la política, ni política que pueda desconocer las diversas actividades de los hombres”.

En el mundo de los animales racionales existe una especie con mayor vocación política que las demás; a la vez, existe dentro de esta especie filopolítica los que inclinan esa vocación hacia un estilo propio de vida, la que ciertamente es vivida para la política, tomada esta última como la ciencia del buen gobierno y el arte de servir a los demás; sin embargo, es en este abanico de situaciones y caracteres sociales en el que encontramos también, dentro de esta misma especie, a algunos audaces animales que alejándose de la naturaleza esencial de la política, tienen como modus vivendi el sólo hecho de vivir de la política. Así tenemos entonces que, parafraseando a Max Weber, hay quienes en su loable actuar viven para la política y, quienes en su desdeñable oportunismo, viven de la política.

Son tiempos duros para el ejercicio de la política como ciencia o como profesión, pero es de tenerse en cuenta que no siempre ésta ha sido vista como una actividad inescrupulosa, pues primigeniamente, en épocas donde se debatía la problemática de La Polis en las ágoras griegas, la política simplemente era entendida y ejercida en su sentido más puro y casi altruista; empero, con el devenir de los siglos, esta ciencia ha degenerado al punto de ser considerada como una mera actividad u oficio al que se dedican o pretenden dedicarse los hombres ansiosos de poder, al menos esa es la imagen que ahora se tiene sobre la mayoría de políticos en el país y en la cual tendrían que trabajar fuertemente para recuperar el crédito perdido.

Por otro lado, tenemos que comprender que uno de los pilares donde debe reposar la ciencia política es la democracia, cualquier otra forma de gobierno o sistema alejado de ella la desvirtúa de algún modo, dando paso al ejercicio arbitrario y abusivo del poder. Precisamente para evitar que se produzca este abuso del poder tiene que promoverse una participación comprometida de los ciudadanos en los asuntos que atañen a nuestra sociedad, hecho considerado como una tarea titánica en países como el nuestro donde la falta de interés en los asuntos públicos es ampliamente conocido debido a un mal que viene de hace muchos años, me estoy refiriendo al ínfimo sistema educativo peruano que muy lejos se encuentra de priorizar la enseñanza de valores democráticos y participativos. Pero no todo está perdido, puesto que si al menos se forjara una clase política integrada por gente capaz y comprometida con el desarrollo de nuestros pueblos, nuestros rumbos serían diferentes. Lamentablemente no existe una clase política consolidada en el Perú, a diferencia de países avanzados culturalmente donde dicha clase asume su verdadero sentido existencial, la que se plasma en el hecho de proteger los intereses y satisfacer las necesidades de las sociedades a las que representan.

Una clase política, como tal, sabe qué quiere para su sociedad o para su país, aunque sus integrantes sean de diferentes partidos siempre se mantendrán apuntando hacia un mismo fin, pues justamente el trabajo tesonero por alcanzar mejores estándares de vida para toda una colectividad es donde reposa el amplio compromiso de una clase verdaderamente política; dicho de otro modo, la presencia de una seria clase política determina los rumbos de una sociedad, y esta última asienta su confianza en aquélla porque sabe que cualquiera sea el gobernante de turno no cambiará el rumbo de los grandes proyectos generales.

Pero qué existe o abunda en el Perú; por desgracia estamos rodeados de aventureros políticos, de gente improvisada que confunde la voluntad de querer hacer algo con la capacidad de realizar algo. No bastan las buenas intenciones cuando se carece de conocimiento mínimo sobre la administración pública o cuando se carece de capacidad de gestión, sumado todo esto a ciertas cualidades de liderazgo y de una sólida personalidad visionaria capaz de proyectar en el tiempo y en el espacio la ejecución de grandes obras.

Analicemos en breve nuestro entorno social más cercano. Juanjui, heredera histórica del Gran Pajatén, ciudad pequeña en proceso constante de crecimiento económico y lamentable desorden demográfico, necesita urgente enrumbarse por el camino de la modernidad responsable, por el camino de un nuevo orden progresista, por el camino de los grandes proyectos a mediano y largo plazo, sin descuidar obviamente aquellas obras pequeñas e inmediatas. Los pueblos no se desarrollan sólo por afirmar unas cuantas calles y construir algunas lozas deportivas; los pueblos, las naciones, los países se desarrollan cuando tienen una clara visión de a dónde quieren llegar o qué pretenden ser en unos cinco, diez ó veinte años, todo esto definitivamente respaldado por una misión integral.

En ese orden de ideas y ante el actual panorama electoral, es preocupante la gran cantidad de candidatos que participarán en las próximas elecciones municipales, lo cual no hace más que sólo reforzar la idea de la existencia desmedida de aventureros políticos, con contadas excepciones, que pretenden vivir de la política. Cabe por tanto preguntarnos qué podemos hacer nosotros los que nos consideramos ciudadanos responsables frente a esta actual situación; estoy convencido que la respuesta pasa por interesarnos en conocer más a cada candidato y, sobre todo, tomar conocimiento de cuáles son sus propuestas para con Mariscal Cáceres; particularmente considero que la próxima persona con intenciones de guiarnos por el camino del desarrollo debe ser, por lo menos, alguien nato de Juanjui o alguno de sus distritos, de este modo evitaremos lamentaciones futuras.

No puedo culminar estas reflexiones, sino sólo manifestando que, el hombre, como dijo Aristóteles hace dos mil años, es un animal político por naturaleza; a lo que, sin embargo, debo agregar modestamente que hoy por hoy, abundan más políticos animales que animales políticos en nuestra sociedad.
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